Por: Julio Schiappa Pietra
Un error de
ortografía de un líder político trujillano, que dice nunca lee, sólo en
el Perú puede ser rector de Universidad y Alcalde de una gran capital, le ha
dado un sentido nuevo al veredicto de La Haya. Nos permite hallar un
significado, presente y pedestre, ante el engominado discurso de la diplomacia.
Ese sentido de “hallarse” que requiere la historia pasada para volverse
historia del futuro. Ha creado un nuevo peruanismo : “La Halla” , con lo que su
autor, impertérrito ante el diccionario, resultará algún día glosado, inmortal
él, en el Boletín de la Real Academia Española de la Lengua.
HISTORIA PASADA QUE NO SE VÁ
Después de
la escenificación, soberbia e imperial, del Inti Raymi, no hay mas bella
expresión teatral que la de la Batalla de Marcavalle y Pucará en Junín. Treinta
Mil personas acuden desde Huancayo y
todos los pueblos vecinos, a ver actuar a jóvenes descendientes de los
guerrilleros de Cáceres y a soldados del Ejército Peruano que se empeñan
durante 3 horas en dura batalla.
Los jóvenes
de la zona no aceptan ser chilenos, todos son caceristas. Obligados por sus
jefes militares, los conscriptos del ejército peruano, a regañadientes, se
ponen el uniforme de chilenos para la épica batalla. Fui testigo, como
funcionario internacional vinculado al Gobierno Regional Junín, como un día,
pasados de copas, los caceristas molieron a palos a 7 jóvenes conscriptos que
tuvimos que hospitalizar. Tal era la pasión de los actores.
Cómo si la
representación de la Pasión de Cristo se tratara, en la escenificación de la
batalla que echó a los chilenos fuera de los Andes, la gente llora, grita en
apoyo al bando peruano, aplaude cuando un Cáceres entra marcial a todo galope.
Llevan a hijos y nietos, viven con intensidad un drama de hace casi 130 años,
sienten la historia con sentido de presente.
Tan
presente, que cuando pregunto a los alcaldes y comuneros de Chupaca, Concepción
y muchos pueblos de la región si su fiesta anual correspondía a la
Independencia de España, todos respondían que no, era el día en que derrotaron
a los chilenos en sangrientas batallas. Ripley demoró mas tiempo en entrar a
Huancayo que en cualquier otra zona del Perú.
La Haya no
cambiará mas que unas líneas en el mapa. La historia con sentido de futuro
tiene al frente percepciones que costarán superar. “La Halla” no es aún fuerte.
VIÑAS DE IRA
La primera
vez que supe de la Guerra con Chile fue con el relato de mi tía abuela,a los 5
años, maestra en las Haciendas Chiclin (Trujillo) y San Nicolás (Supe) , quien
era una erudita en la expedición Lynch al norte. Durante meses de ilustración
en el horror, me contó cómo destruyeron las haciendas azucareras adonde ella
había vivido, la crueldad salvaje de los ocupantes con los indígenas, la
traición de los peones chinos. Una sentencia suya se me quedó clavada en la
mente: “querían destruir el Perú”.
Otra tia
abuela me llevó a ver los restos de la casa de sus padres en Chorrillos, que
yacía en escombros y cenizas, antes que el boom inmobiliario superara la
historia construyendo un soberbio edificio encima del Club Regatas.
De niño
jugaba en el Parque Reducto, a pocas cuadras de mi casa en Miraflores. En la
tierra húmeda por la garúa encontrábamos casquillos de balas, pedazos de tela
de los uniformes blancos de los peruanos y hasta uno que otro botón dorado que
guardábamos como tesoros. Jugábamos a la guerra y ,a golpes, convencíamos a
nuestro amigos y primos que ellos fueran el bando chileno.
Hijo de un
exilado político, mi padre nunca quiso a Perón y era argentino de la Unión
Civica Radical, razón por lo que el dictador le quitó la nacionalidad y lo
deportó, otro deportado marcó mi vida de joven proyecto de peruano, era Don
Manuel Suárez Vértiz. Era maestro de cientos de pintores peruanos y su
legendaria academia sirvió al arte como pocas. Su Túpac Amaru ilustraba los
billetes y una sala de Palacio de Gobierno en tiempos de Velazco Alvarado.
Mientras mi padre despotricaba de las consecuencias de la dictadura de Perón,
Suárez Vértiz narraba el dolor terrible de emigrar de Tarapacá al Perú. Era de
esos valientes que optaron por el Perú para impedir que la ocupación chilena
les matara el alma.
A los 5
años tenía ya mis primeras causas de militancia: el anti peronismo y el anti chilenismo.
EL GRAN VUELCO
Así
crecimos, llenos de frustración e ira, con ismos que iban sumando explicaciones
de los males y las crisis del Perú. Coartadas reforzadas por una educación (ver
Enciclopedia Venciendo) que explicaba la derrota en 10 páginas y dedicaba 2 a
las victorias de la Independencia.
Eramos
indiferentes a cómo Chile financió la Expedición Libertadora al Perú en
respaldo a San Martín. Expedición que llegó a Paracas en barcos de Chile, con
vituallas y soldados de ese país.
Tampoco los
libros de Historia del Perú nos hablaban de Lord Cochrane, líder de la armada
chilena, que dañó el poderío naval español con sus incursiones de locura, nocturnas
y sorpresivas, entre El Callao y Paita. No ilustraban la presencia de militares
y soldados chilenos en las batallas que expulsaron a los chapetones del Perú. Tampoco
mencionaban la unidad de peruanos y chilenos en la defensa común contra el
intento de restaurar las colonias con una invasión de España en 1856. El
mensaje de la derrota del Imperio Inca y en la Guerra del Pacífico eran la
historia pasada que nunca moriría. Como en el fútbol nuestros héroes nunca
llegarían a un Mundial.
Hasta que
llegó el terrorismo y nos sumió en una ola de violencia que casi acaba con el
país. La indiferencia acabó cuando el atentado de Tarata hizo dar cuenta que la
guerra también era contra la clase media y los ricos. Luego la clepto dictadura
de Montesinos y Fujimori nos pusó en la lista de países indeseables del mundo,
llegando a niveles de vergüenza que superaron al traidor Manuel Ignacio Prado,
cuando en plena Guerra del Pacífico se fue a París.
Desde ese
abismo del terrorismo y la cleptocracia, de largos años de coartadas de la
historia, llegó el progreso cuando los peruanos decidimos triunfar como país
imponiendo la democracia y encarcelando a los corruptos.
EL COLOR VERDE DEL PROGRESO
El progreso
económico capitalista trajo la prosperidad, llena de desigualdades y
concentraciones del poder, pero que dio billete y trabajo a los peruanos. La
prosperidad es bien próspera: 13,500 millones de dólares de inversión Mapocha,
10,000 millones de inversión Inka. El verde argumento del progreso que, como
decía una vieja limeña, “no sustituye al amor, pero sí que lo ayuda”.
Y con el
progreso llegaron LAN (la de los mas infames refrigerios aéreos del mundo),
Ripley (usureros sin bandera), Saga Fallabella (los reyes de los precios altos),
evangelistas chilenos de un nuevo orden que la gente acepta, aunque,como yo,
requintan. Y los peruanos del Grupo Brescia llegaron a Chile, dos meses antes
del terremoto del 2009, compraron la principal cementera chilena, y se doblaron
con el negocio de la reconstrucción. Fueron precedidos por decenas de
restaurantes peruanos que han hecho engordar a los chilenos miles de kilos. La
historia de éxitos económicos, el voto por la paz que implica el turismo común,
la voluntad de progreso de ambos pueblos, han dado vuelta a la historia
terrible que nos han enseñado.
“La Halla”,
historia con sensación de presente, ha superado a “La Haya”, historia con sensación
de pasado. Aunque zapateen los chilenos a ritmo, de cueca, los grandes
pesqueros como Angellini y los del Sindicato de Pescadores de Arica, la paz con
el Perú bien vale un cebiche.