martes, 12 de marzo de 2013

CONCLAVE: SE NECESITA UN MILAGRO

NOTA DEL EDITOR
No haber seguido al Concilio Vaticano II le ha costado a los últimos papas conservadores graves dificultades para lograr mantener a flote la barca de Pedro. 
Los desencuentros con la sociedad, sobretodo en el tema del celibato y la sexualidad humana, en un momento de liberación erótica del mundo, han generado una crisis interna muy grave. 2.5 billones de dólares han costado las reparaciones a miles de víctimas de los pederastras
La crisis es tambien de buen gobierno de la Iglesia como institución y como estado porque el poder temporal ha creado una costra corrupta, que Benedicto XVI no pudo derrotar. El conclave ya refleja pugnas y enfrentamientos decisivos en la vida de la doblemente milenaria institución: si Cristo no saca a los mercaderes de sus templos, tarde o temprano lo hará la opinión pública católica harta del gobierno de los pecados en los fueros del Señor. 
Este artículo del Embajador Oswaldo de Rivero señala apuntes intensos y objetivos sobre la pizarra de una elección disputada y muy polémica.
(Julio Schiappa Pietra)

 
 

Por Oswaldo de Rivero 

Este Conclave es diferente no solo porque su origen es la renuncia  del Papa, sino porque además, esta  decisión papal es el resultado de una  crisis en el seno de la Iglesia Católica.


Nada confirma  mejor esta  crisis  que la angustiosa declaración  de Benedictino XVI: “el Señor parecía estar durmiendo. Pero siempre he sabido que la Iglesia no es nuestra barca sino la suya, y que él no la dejará hundirse."   

Al decir esto, el Papa renunciante, no solo reconoció públicamente la severidad de la crisis, sino que además  rompió con valentía la  tradicional y cómoda  posición de la Curia romana de que los males que aquejan  a la Iglesia provienen del mundo y no del interior de ella misma.

 El principal mal que aqueja hoy a la Iglesia Católica es su anacrónica posición sobre la sexualidad.Las mujeres son para ella como menores de edad, no pueden ni siquiera regular  su ciclo reproductivo con la píldora de cada día ni con la del día siguiente. El aborto, les esta prohibido, inclusive en los casos de violación. Además, son inferiores al macho católico, no pueden aspirar a ser clérigos, tampoco tener  cargos eclesiásticos menores, ni siquiera pueden ayudar a hacer misa.


Hoy, en un mundo donde el sexo ha dejado de ser tabú y está omnipresente en  la vida cotidiana,  desde la política hasta el arte,  la aversión de la Iglesia al sexo es tal que dice no al condón  frente al peligro del Sida. Y no  solo eso, sino que además persiste  en que  sus sacerdotes continúen siendo célibes, situación que da como resultado que hoy  existan  sacerdotes amancebados, curas gays  que no pueden manifestar su tendencia y cientos de casos de curas pedófilos que la Iglesia  ha tratado de ocultar y luego compensar pagando, nada menos, que 2,3 billones de dólares  a las victimas.


Esta aversión al sexo, y sobre todo la reinante  misoginia y homofobia de la Iglesia  son el resultado de un sistema de dominación patriarcal retrógrado, incrustado desde el medioevo en el Vaticano, que hoy ha fracasado al estrellarse  contra un  nuevo orden sexual global donde las mujeres pueden controlan su ciclo  reproductivo, donde la mayoría de las relaciones  heterosexuales se practican fuera del matrimonio, y donde los homosexuales comienza  merecidamente a tener derechos.



El otro gran mal de la Iglesia es su mundalidad como lo muestra  la actual lucha por el poder, las intrigas, las traiciones y los escándalos  de  la Curia romana. El Vaticano no  es el cielo en la tierra sino la versión  moderna de los Borgias con Internet y Twiter, donde se sustraen documentos confidenciales del dormitorio del Papa y surgen Vatileaks que se filtran a la prensa italiana. Y todo esto con el trasfondo de una investigación policial sobre el lavado de dinero mafioso en el Banco del Vaticano. 


Fue toda esta divina farsa la que llevo a renunciar al  intelectual y piadoso Benidectino XVI.  Como bien dijo el Observatore Romano era “un pastor rodeado de lobos” 


Para extraer a la Iglesia de una de las más graves crisis de su historia,  este Conclave  tendría que elegir  un Papa joven con  carácter y gran capacidad ejecutiva  para reorganizar  la Curia romana y terminar, sin titubeos, con  los conflictos de poder  y los escándalos. También, el nuevo Papa, además de ser un ejecutivo con coraje, debería ser un intelectual moderno refinado y carismático  que  saque a la iglesia  de su patriarcalismo retrógrado, la reconcilie con las mujeres y haga que el celibato  de sus  sacerdotes sea voluntario.


En pocas palabras, se necesita un milagro.

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