NOTA DEL EDITOR
No haber seguido al Concilio Vaticano II le ha costado a los últimos papas conservadores graves dificultades para lograr mantener a flote la barca de Pedro.
Los desencuentros con la sociedad, sobretodo en el tema del celibato y la sexualidad humana, en un momento de liberación erótica del mundo, han generado una crisis interna muy grave. 2.5 billones de dólares han costado las reparaciones a miles de víctimas de los pederastras.
La crisis es tambien de buen gobierno de la Iglesia como institución y como estado porque el poder temporal ha creado una costra corrupta, que Benedicto XVI no pudo derrotar. El conclave ya refleja pugnas y enfrentamientos decisivos en la vida de la doblemente milenaria institución: si Cristo no saca a los mercaderes de sus templos, tarde o temprano lo hará la opinión pública católica harta del gobierno de los pecados en los fueros del Señor.
Este artículo del Embajador Oswaldo de Rivero señala apuntes intensos y objetivos sobre la pizarra de una elección disputada y muy polémica.
(Julio Schiappa Pietra)
Este artículo del Embajador Oswaldo de Rivero señala apuntes intensos y objetivos sobre la pizarra de una elección disputada y muy polémica.
(Julio Schiappa Pietra)
Este Conclave es diferente no solo porque su origen es la
renuncia del Papa, sino porque
además, esta decisión papal es el
resultado de una crisis en el seno
de la Iglesia Católica.
Nada confirma mejor esta crisis que la angustiosa declaración de Benedictino
XVI: “el Señor
parecía estar durmiendo. Pero siempre he sabido que la Iglesia no es nuestra
barca sino la suya, y que él no la dejará hundirse."
Al decir
esto, el Papa renunciante, no solo reconoció públicamente la severidad de la
crisis, sino que además rompió con
valentía la tradicional y cómoda
posición de la Curia romana de que
los males que aquejan a la Iglesia
provienen del mundo y no del interior de ella misma.
El
principal mal que aqueja hoy a la Iglesia Católica es su anacrónica posición
sobre la sexualidad.Las mujeres son para ella como menores de edad, no pueden
ni siquiera regular su ciclo
reproductivo con la píldora de cada día ni con la del día siguiente. El aborto,
les esta prohibido, inclusive en los casos de violación. Además, son inferiores
al macho católico, no pueden aspirar a ser clérigos, tampoco tener cargos eclesiásticos menores, ni
siquiera pueden ayudar a hacer misa.
Hoy, en un
mundo donde el sexo ha dejado de ser tabú y está omnipresente en la vida cotidiana, desde la política hasta el arte, la aversión de la Iglesia al sexo es tal
que dice no al condón frente al
peligro del Sida. Y no solo eso,
sino que además persiste en
que sus sacerdotes continúen siendo
célibes, situación que da como resultado que hoy existan sacerdotes amancebados, curas gays que no pueden manifestar su tendencia y
cientos de casos de curas pedófilos que la Iglesia ha tratado de ocultar y luego compensar
pagando, nada menos, que 2,3 billones de dólares a las victimas.
Esta aversión al sexo, y sobre todo la reinante misoginia y homofobia de la Iglesia son el resultado de un sistema de
dominación patriarcal retrógrado, incrustado desde el medioevo en el Vaticano,
que hoy ha fracasado al estrellarse contra un nuevo orden sexual global donde las
mujeres pueden controlan su ciclo
reproductivo, donde la mayoría de las relaciones heterosexuales se practican fuera del
matrimonio, y donde los homosexuales comienza merecidamente a tener
derechos.
El otro gran mal de la Iglesia es su mundalidad como lo
muestra la actual lucha por el
poder, las intrigas, las traiciones y los escándalos de la Curia romana. El Vaticano no es el cielo en la tierra sino la
versión moderna de los Borgias con
Internet y Twiter, donde se sustraen documentos confidenciales del dormitorio
del Papa y surgen Vatileaks que se filtran a la prensa italiana. Y todo
esto con el trasfondo de una investigación policial sobre el lavado de dinero
mafioso en el Banco del Vaticano.
Fue toda esta divina farsa la que llevo a renunciar
al intelectual y piadoso
Benidectino XVI. Como bien dijo el
Observatore Romano era “un pastor rodeado de lobos”
Para extraer a la Iglesia de una de las más graves crisis
de su historia, este Conclave tendría que elegir un Papa joven con carácter y gran capacidad ejecutiva para reorganizar la Curia romana y terminar, sin titubeos,
con los conflictos de poder y los escándalos. También, el nuevo Papa,
además de ser un ejecutivo con coraje, debería ser un intelectual moderno
refinado y carismático que saque a la iglesia de su patriarcalismo retrógrado, la
reconcilie con las mujeres y haga que el celibato de sus sacerdotes sea voluntario.
En pocas palabras, se necesita un
milagro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario